“AEROPUERTO DE SANTIAGO O LA PAJARERA DE METAL”
Lo que antes era la pomposa y en ese entonces moderna terminal nacional e internacional del aeropuerto Comodoro Arturo Merino Benitez (conocido sólo en su casa) ahora es sólo un hangar de carga donde Aduana de Chile se encarga de guardar celosamente los artículos que son retenidos a los viajeros despistados que seguramente un día se les olvidó que debían declarar las carteras de cuero de canguro, o los relojes de diamantes o a algún animal exótico en peligro de extinción.
“A veces se hacen remates, el precio es absurdo y siempre van los mismos, ya sabes, así es Chile, todo queda entre amigos, entonces se compran y se venden entre ellos mismos”, dice REM mirándose un anillo que aparenta ser real y que revela sus más de cuarenta años de servicio en una aerolínea de bandera europea. En eso llega otra funcionaria expeliendo un aroma a perfume franchute, recién empezaba su turno, se saludan de dos besos, “al más puro estilo francés”, asegura REM, “lo único que les falta acá es sacar el queso y la champagne”.
Son miles los funcionarios aeronáuticos que desfilan a diario por la pasarela de baldosa mostrando sus uniformes lustrados y sus mejores maquillajes, entre ellos y por orden jerárquico; los del aseo, quienes se encargan a cada segundo de sacarle brillo a la terminal con sus grandes traperos, sus miradas siempre apuntan al suelo y por lo general escuchan música todo el día a través de sus personal stereo, quizás acostumbrados al anonimato. Luego están los guardias de seguridad a los que sólo les falta el caballo porque son idénticos a los respetables funcionarios de
Se pasean sólo por algunos sectores del aeropuerto, tienen acceso ilimitado a éste, las conocen exclusivamente los que no viajan y según el orden jerárquico están ubicadas entre los guardias de seguridad y los uniformados de las compañías aeronáuticas. También son hombres, pero predominan las mujeres, están ahí hace años. Se pasean con carritos al más puro estilo azafata, usan uniforme inventado por ellas y todavía creen que algún día podrán embarcar un avión y darle la más cordial de las bienvenidas a bordo en cuatro idiomas a cientos de pasajeros. Tienen edad avanzada y conocen miles de historias, han escuchado y visto de todo, venden cuchuflí, sándwich o cualquier otro comestible a los funcionarios que trabajan ahí y según cuenta su historia, algún día fueron funcionarias de alguna aerolínea que algún día se fue a la quiebra.
“Era un cargamento de pollitos, debíamos mandarlo entre Chile y Amsterdam, eran como cincuenta aves que iban en el compartimento de carga super bien enjaulados”, cuenta Pía rememorando sus años de servicio en la holandesa KLM. Ese día cargaron el avión, un jumbo 747 combinado, la mitad de pasajeros y la mitad de carga. Entre las maletas de los pasajeros iba un cargamento de pollos que debían ir a un laboratorio en Amsterdam. Luego de más de quince horas de vuelo el avión se posó sobre la losa del aeropuerto de la capital holandesa, al iniciar el conteo de carga se percataron de que faltaba uno de los pollos, quedando el total en cuarenta y nueve plumíferos. Se hizo un rastreo exhaustivo y nunca se pudo dar con el paradero de aquél ave. Un mes después el avión hizo la ruta inversa volando desde Europa a Chile, fue el personal de limpieza del aeropuerto quien se percató que en la cabina del piloto estaba escondido un animal casi moribundo, al prestarle más atención se dieron cuenta que se trataba de aquel pollo que un día fue embarcado en un pájaro más grande que él y que en vez de plumas tenía una estructura rígida de metal.
El aeropuerto esconde historias, personajes, anécdotas. A diario son los miles de funcionarios los que se tienen que relacionar con otros miles de viajeros que siempre están en movimiento, son ellos los que siempre llegan o se van, los que nunca están, los que nunca pertenecen a un mismo lugar. Los funcionarios se conocen entre ellos, tienen códigos que solo ellos manejan, dialectos que solo ellos entienden y técnicas que solo ellos pueden usar porque nadie más que ellos conoce mejor la gran pajarera de metal.